Dos buenas ancianas
Cierta película recuerda a dos pequeñas ancianas, que recibían en su casa a hombres pobres y desamparados. Se condolían de ellos, les ofrecían una habitación en alquiler y un poco de té con cianuro, luego lo enterraban en el sótano con la ayuda del pariente que se cree el presidente Teodoro Roosevelt, esta película se llama (Arsenic and Old Lace) Arsénico y encaje antiguo.
Se trata de una trama particular, una casa, donde las dos ancianas, dulces ellas y el pariente enterrador – presidente Roosevelt, hacen vida felizmente. Teodoro realiza durante el día excavaciones arqueológicas en el sótano donde las dulces damas depositan los cuerpos que ayudaron a partir del sufrimiento. Pero la vida comienza a complicarse cuando aparece un sobrino recién casado (Gary Grant) que al descubrir un cuerpo en el baúl de la sala, entra en crisis y quiere enviar al pariente Roosevelt al internado siquiátrico creyendo es el asesino. Más adelante aparece otro sobrino que es gánster y trae consigo otro cuerpo y un medico, el cual le hará un cambio de rostro para evadir la justicia, pero quiere matar al sobrino recién casado por un problema antiguo.
Este tipo de tramas era posible en 1941, un Hollywood, muy diferente al de ahora, donde vende la tecnología y los millones de dólares invertidos en la creación de la película. Este film fue llevado al cine por Frank Capra en 1944, luego de haber visto una obra de homónimo nombre firmada por Joseph Kesserling. La película estuvo estelarizada por Gary Grant, las tiernas viejitas fueron interpretadas por Josephine Hull y Jean Ardair.
Esta película no es muy alejada de la realidad, y existen hechos que lo confirman, hace pocos años fueron encontradas culpables dos mujeres de acoger a vagabundos en las calles, darles morada y un seguro de vida, en el que obviamente ellas eran las beneficiarias. Tiempo después asesinaron con sus automóviles a los ancianos en un acto maquiavélico y frio para unas ancianas de 75 y 77 años respectivamente.
Estas dos mujeres responden al nombre de Helen Golay y Olga Rutterschmitdt, compañeras desde hace años y responsables de cobrar seguros de vida por 2,8 millones de dólares. Estas ancianas, menos generosas que las del film que solo sacaban de la miseria y la soledad a los ancianos, son responsables de la muerte de Paul Vados (73) y Kenneth McDavid (50) con la intención de cobrar sus seguros de vida.
Anterior a estas dos ancianas hay más precedentes, del siglo diecinueve y veinte, respectivamente. Sherman es conocida como la reina del veneno, asesinó a 42 personas con amargas gotas de arsénico en 1864, asesinó, esposo, hijos, maridos e hijastras, murió en prisión. En el siglo veinte, para el año 1968, una anciana de 61 años, recibía en su casa de Sacramento a ancianos y les daba posada por un mínimo costo monetario. El buen olfato de un vecino ayudó a la policía a descubrir ocho cadáveres en su hermoso jardín y los cheques de la pensión que la anciana cobraba para sí.
Entre todas estas asesinas, la menos peor es la cinematográfica, porque a fin de cuentas su único deseo es librar a las solitarias personas de su carga de vida, mas no a las de la realidad que su único deseo es la avaricia. Arsénico y encaje antiguo invita a reflexionar si las locas son aquellas dulces ancianas que ayudan de una forma particular al prójimo o la realidad de la vida y la maldad de los seres humanos que no tiene límites.
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